viernes, 11 de febrero de 2011

Los Hombres de Resorte

Los Hombres de Resorte
Fragmento
Nemesio R. Canales


Yo he creído siempre que lo que más echa a perder este mundo es esa manía infantil que tenemos de creernos obligados a llevar rótulo como las sardinas y las butifarras catalanas.

Sale uno a la calle y emite una opinión, y lo primero que se saca a relucir es lo del partido a que pertenecemos. O la doctrina religiosa o filosófica que profesamos.

Parece que hay un empeño especial en que el mundo se parezca cada vez más a una anaquelería de botica o de bazar de ropa hecha. No basta ser hombre, y sentir y pensar, es preciso también que las ideas y los sentimientos tengan marca de fábrica. Hay que clasificarse, encajonarse, limitarse y definirse para toda la vida; metiendo la cabeza dentro de un dogma religioso, y llamándose católico o protestante o mormón; dentro de un partido político, y llamándose republicano o demócrata, o cualquiera otra cosa; dentro de una doctrina filosófica, y llamándose hegeliano, o krausista, o pesimista o materialista... u otro cualquiera de los innumerables istas que nos afligen.

Es para desesperarse, pero no hay quien nos libre de los istas, de estos aborrecibles istas, tiranos del entendimiento, que desempeñan en el mundo de las ideas el mismo oficio que las marcas y etiquetas en el mundo de las mercancías.

Y la consecuencia, la triste consecuencia de todo ello es que los cerebros se petrifican, las almas se hacen uniformes, y cuando nos asomamos a ellas ávidos de conocerlas y sorprenderlas en sus más ocultas modalidades, en sus más íntimos rasgos, nos encontramos a lo mejor con que una etiqueta, un ista, nos da sin más examen, la clave de todas las ideas y opiniones de nuestro individuo, quien no queriendo tomarse el trabajo de pensar y opinar con su cabeza, se fue a una biblioteca como quien va a la plaza a hacer la compra, y se hizo de un credo, de una doctrina, de una cartilla ideológica que le da hechos sus juicios y hasta las palabras en que ha de expresarlos.

Me hacen pensar estos hombres en esas máquinas que en inglés se designan con el nombre de slot-machines. Mete uno por un lado una monedita de cinco centavos, y sale en seguida un cigarro por el otro lado. Los cinco centavos nunca varían, el cigarro nunca varía; una monedita metida, un cigarro sacado.

Con los hombres rotulados es lo mismo. Les introduce usted en la mente una interrogación sobre cualquier asunto... pues ya sabe usted, ya puede jurar usted que la frase que les saldrá por la boca será la que marca la etiqueta, la que indica el rótulo religioso o político o filosófico que usan, la misma conocidísima y manoseadísima frase que le había oído usted quinientos años antes a su abuelo sobre el mismo asunto.

Y es claro: ¿qué encanto del demonio es posible hallar en el trato de unos hombres cuyas ideas y hasta cuyas frases carecen de toda espontaneidad, de todo sabor personal, de todo perfume propio, porque no tuvieron fragua mental que las calentara, porque fueron producidas automáticamente, sin labor intelectual alguna, como los cigarros en las slot-machines?

Y no es esto lo peor; lo peor es que el hombre sometido a la servidumbre del rotulito, no contento con aburrirnos con su automatismo desesperante, nos sale a lo mejor al camino y nos ataca y nos hiere, y hasta nos mata si a manos viene, no por volición espontánea suya, emanada de su propia alma, sino porque su libro, su código, su dogma, su rótulo, le gobierna con la misma fría, rígida precisión con que un resorte gobierna una máquina.

Referencia: http://www.preb.com/articulos/ncanales.htm 
 

domingo, 19 de diciembre de 2010

"El Principito" Fragmento

 Disfruta de este fragmento:
 

El zorro calló y miró por largo tiempo al principito:

¡Por favor… domestícame! – dijo

El principito respondió: bien lo quisiera, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

A lo que el zorro le responde: sólo se conocen las cosas que se domestican. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada.

El principito domesticó al zorro –creó lazos con él-, pero se acercó la hora de la partida…

¡Ah¡ dijo el zorro, voy a llorar…

Tuya es la culpa –dijo el principito- No deseaba hacerte mal pero quisiste que te domesticara.

A lo que el zorro responde: Sí

El principito dice: ¡Pero vas a llorar!

El zorro: Sí…

Principito: Entonces no ganas nada

Zorro: Gano por el color de trigo.

Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.

Fue el principito a ver las rosas: No son en absoluto parecidas a mi rosa: no son nada aún, le dijo. Nadie las ha domesticado y no han domesticado a nadie. Son como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Y las rosas se sintieron bien enfurruñás.

Son bellas, pero están vacías. No se puede morir por ustedes. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella la rosa que he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. puesto que es ella la rosa a quien abrigué, puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté –salvo las dos o tres que se hicieron mariposas-. Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.

El tiempo que le regalaste a tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.

Soy responsable de mi rosa, repitió el principito, a fin de acordarse."

¿Cómo lo ves?

Además de un hermoso paisaje... ¿qué percibes?